Me pilló mirándole los tatuajes y me susurró: "¿Prometes que no dirás nada si hacemos esto?". Al instante, me encontré dándole una paja en primera persona a esta preciosidad tatuada; sus habilidades me dejaron alucinado. Me guiaba en cada movimiento, como si fuera una masturbadora personal, hasta que me corrí a chorros en su cara sonriente. ¡Joder, épico!