En el asiento trasero de su coche clásico, me encontré sola con Gabriel, mi tío político, un galán tatuado de sonrisa peligrosa. Él ansiaba algo más que un simple paseo, y yo era su ansiosa pasajera. Con cada cambio de marcha, la tensión aumentaba; nuestras manos exploraban nuestros cuerpos. Las ventanillas se empañaron mientras follábamos con fuerza, los asientos de cuero crujieron con nuestro ritmo acelerado. La gruesa polla de Gabriel me embestía, sus gruñidos y mis gemidos llenaban el estrecho espacio. Esto no era solo un paseo; era un festín de sexo rápido y furioso sobre cuatro ruedas.