La casa de la tía Josephine no era solo para visitas familiares; se convirtió en un hervidero de secretos sucios. Sedujo a su sobrino con su mirada sensual y su tacto experimentado, guiándolo en una sesión de masturbación mutua que los dejó a ambos sin aliento. Su sonrisa traviesa mientras se masturbaban juntos avivó la llama, convirtiéndolo en un encuentro joi pecaminoso que jamás olvidaría.