En la quietud del amanecer, el panadero se acerca sigilosamente para un polvo rápido. Tiene la erección matutina lista para deslizarse en una vagina húmeda y dispuesta. Ella se muerde el labio, intentando no gemir mientras él penetra profundamente, sus cuerpos chocando, el olor a pan recién horneado mezclándose con el sexo crudo y sudoroso. Joder, qué manera de empezar el día.
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