Ver a mi mejor amiga relajándose en mi cama me provocó una ráfaga de adrenalina. No pude resistirme, deslicé la mano por su falda, sintiendo su trasero. Gimió, y joder, la cosa se puso fea. ¡Qué rápido pasamos de cero a cien, montándome como una auténtica profesional! Fue un polvo brutal, sin remordimientos.