Tras meses de coqueteo, esa morenaza de la oficina por fin recibe una polla. Mírala gemir inclinada sobre el escritorio desde el que lleva demasiado tiempo provocando. A esta guarrilla le encanta el sexo duro, pidiendo más con cada embestida. Se acabaron las sonrisas tímidas, solo sexo a pelo para este castor ansioso.