El repartidor no podía creer su suerte cuando Camila Costa, la brasileña guapísima, abrió la puerta solo con una pequeña toalla. Con ganas de algo más que pizza, dejó caer la toalla, revelando su cuerpo demencial, lista para follar ahí mismo en la puerta. Fue una penetración rápida y furiosa, llena de gemidos y sudor, mientras el afortunado se la clavaba en el estrecho coño como si no hubiera un mañana.