Afuera azota la tormenta, pero la cama de mi madrastra es cálida y acogedora. Me deja caer, con sus grandes pechos apretados contra mí. Joder, su cuerpo está palpitando, y por cómo me frota la polla a través de los pantalones, sé que lo desea. Va a ser una noche salvaje, con truenos o sin ellos.