La colombiana pensó que podía engañarme, pero la pillé haciendo trampa. Me rogó que me perdonara, así que saqué mi polla y la obligué a ver cómo me masturbaba, poniéndola cachonda y excitada. Suplicó correrse, pero seguí rozándola, haciéndole gotear el coño. ¡Joder, sí, esto no termina hasta que yo lo diga, zorra!