Relajándome en la playa, un imbécil encontró oro. Conocí a esta tía buena, Remy Woods, tomando el sol sola. Joder, estaba sexy, bronceada y con un busto enorme, con una tanga que apenas sostenía ese culo jugoso. Una cosa llevó a la otra, y pronto estábamos follando como conejos en la arena, sus gemidos ahogados por el romper de las olas. El paraíso de un cabrón con suerte.