Te liaste con una canadiense guapísima, ¿eh? Esta chica estaba como loca hasta que empezó a cabalgarme la polla como un alce en celo. Esas noches frías solo le ponían los pezones duros como la mierda, y su coño estaba más caliente que un plato de poutine humeante. Gritaba más fuerte que un alboroto de hockey, convirtiéndola en una aventura salvaje del norte que no olvidaré. ¡Cielos, Canadá!