Su hermanastro la pilló hablando con su novio y le dio una lección morbosa. Ningún novio la satisface como él, empeñado en hacerla gemir. Un juego de pollas grandes y fuertes la deja jadeando, gritando "¡joder, sí!". La ardiente rivalidad entre hermanos se convierte en lujuria tabú, sin ataduras.