El hijastro se corre en el hambriento coño de su madrastra, una tarde ardiente de lujuria tabú. Enterrado profundamente, su palpitante polla la reclama, cada embestida resonando por la casa vacía. Los gemidos de mamá llenan el aire, con las piernas abiertas, implorando su semen caliente. Él se entrega, una descarga abundante justo donde más importa, dejándola goteando y satisfecha.