En plena noche, mi ardiente hermanastra se coló en mi habitación, cachonda y lista para cabalgar. Con su cuerpecito firme y su sonrisa traviesa, susurró: «¡Puta guarrilla quiere un polvo nocturno mientras todos duermen!». Se desnudó, mostrando sus tetas perfectas y su jugoso culo, lista para una penetración brutal y tabú. Su coño mojado pedía a gritos una polla, y yo estaba más que feliz de darle el polvo que ansiaba.