Mi nueva madrastra estaba ordenando su lencería, inclinada, con ese enorme trasero pidiendo atención. No pude resistirme, me acerqué sigilosamente, y de repente, estábamos follando como locos en el suelo del dormitorio. Ella gimió, yo gemí, y esa ropa interior sexy se desparramó en un instante. ¡Joder! ¿Quién iba a pensar que organizar la ropa podría llevar a un festín de sexo tan salvaje?