Después de un viaje largo y duro, mi hermanastro necesitaba un poco de alivio. Sabía cómo darle la bienvenida a casa: con un polvo caliente y húmedo que no olvidaría. Se bajó la cremallera y me deslicé hacia abajo, recibiendo su polla palpitante hasta el fondo. Follamos como animales, sus manos fuertes agarrando mi culo, mi coño goteando con cada embestida. Nuestros gemidos resonaron por toda la casa mientras ambos explotábamos en un baño caliente y sudoroso. Nada como un buen polvo para decir "bienvenido a casa".