Estaba tomando el sol en la orilla cuando un desconocido se me acercó. Sus manos acariciaron mi coño peludo sin previo aviso, encendiendo mi deseo. Su tacto despertó una pasión peligrosa en mí, una pasión indomable. Me entregué a él, gimiendo de placer mientras exploraba cada centímetro de mí. Fue un encuentro sensual e ilícito que me dejó con ganas de más.