Tomó mis mechones rubios y los extendió sobre la cama. Observé cómo sus ojos recorrían mi cuerpo apenas legal. Se deslizó dentro de mí, mis piernas envolvieron su cintura mientras me penetraba en la postura del misionero. Me desabrochó las medias, revelando mi piel suave y delicada. Gemí y supliqué por más, mi cuerpo temblando de placer. Fue una noche que jamás olvidaré.