Me deslizo silenciosamente en la cama de mi madrastra, sintiendo cómo aumenta mi excitación. Sus curvas me tientan, y no puedo resistirme a deslizar mi mano bajo sus sábanas. Se despierta, pero no me detiene mientras exploro su cuerpo. No puedo contenerme más y la tomo con fuerza, dejándola con una corrida desordenada. Es nuestro pequeño secreto sucio, y estoy deseando repetirlo.