Desperté junto a mi despampanante hermanastra, con su melena pelirroja cayendo en cascada sobre su adorable y diminuta figura. Mientras me miraba con esos ojos inocentes pero sensuales, no pude resistirme a sumergirme en ella y enseñarle el verdadero arte de una mamada. Nuestra fantasía doméstica se había hecho realidad, y yo estaba enganchado a su joven y espléndido cuerpo.