No pude resistir la tentación de la hábil boca de Sarina Takeuchi. Culpaba a Tokoton de mi placer, pero en el fondo sabía que eran sus sensuales curvas las que me tenían enganchado. Su acento japonés solo acentuaba la intensidad del momento. Mientras me absorbía, todos los pensamientos sobre todo lo demás se desvanecieron; solo éramos ella y yo. Sus pechos rebotaban con cada movimiento, y no pude evitar gemir de éxtasis mientras me tragaba entero. La habilidad oral de esta mujer era incomparable, y al liberarme en su lengua, supe que volvería por más.