Mientras la veía caminar hacia mí, no pude evitar fijarme en sus preciosos pies y dedos. Me imaginé besándolos uno por uno, sintiéndola estremecerse de placer. Estaba tan excitada que me volvía loco. Sabía que tenía fetiche por los pies, así que le di lo que quería. Mientras jugábamos, éramos una pareja amateur explorando nuestros deseos. Las mujeres maduras deseaban ser tan salvajes como nosotras.