Mientras rebuscaba entre la ropa sucia, me topé con unas bragas de encaje que me volvieron loca. No me imaginaba que mi madrastra me estaba mirando todo el rato. Me pilló olfateando y, en lugar de enfadarse, se excitó. Terminamos haciéndolo como animales, tanto en la postura del perrito como en la del misionero. ¿Pero lo mejor? Le encantó cuando me metí hasta el fondo de su perfecto culito.