Una caminata por la montaña se convirtió en una aventura salvaje cuando dos bellezas se unieron a mí. Se arrodillaron y acariciaron mi verga ansiosa con sus labios y lenguas. El sol brillaba y el aire fresco lo hacía aún más emocionante mientras se tragaban mi semen con avidez. Fue una mamada doble a cielo abierto. ¡Menudo día!