Metió su enorme verga en mi estrecha entrada trasera, haciéndome jadear de placer y dolor. Le rogué que no se retirara, por muy duro que se pusiera. A mi galán japonés le encantaba duro y rápido, y me lo daba con ganas. Gemí su nombre mientras me embestía salvajemente, agarrándome las caderas y embistiendo como una bestia. Mi cuerpo latino se estremecía con cada embestida profunda de su enorme polla, llenándome hasta el borde. Dolía muchísimo, pero no tenía suficiente.