Nikia a, una diosa por derecho propio, honró el exterior con su belleza y energía erótica. Bajo un sol abrasador, se entregó a un baile sensual, seduciéndonos con sus suaves movimientos. La brisa marina avivó nuestro deseo, haciéndonos desear estar con ella. Era como si nos hechizara, haciéndonos olvidar todo lo demás y entregarnos a todos sus caprichos. Al diablo con el tiempo, la seguiríamos adonde fuera.