Estaba de rodillas recibiendo su polla y, de repente, soltó un chorro dorado que me empapó la cara. Pero solo me puso más cachonda mientras seguía haciéndole una mamada profunda y satisfactoria. Verlo llegar al clímax y correrse por toda mi cara fue la guinda del pastel. Todo transcurrió a cielo abierto, rodeado de la belleza de la naturaleza.