Me pavoneé con mi cameltoe en la playa, llamando la atención del vendedor de gafas. Nos dirigimos a las dunas, donde me vio desnudarme hasta quedarme en bikini. Pero no estaba solo. Mi marido cornudo me observaba desde lejos mientras me inclinaba y recibía la polla del vendedor como una profesional. El calor me hacía desear más, y no pude resistirme a ser mirona de las parejas cercanas que retozaban en la arena.