Tras meses de negación, finalmente cedí a la tentación y decidí disfrutar de algo de acción en solitario. Mi coño rosado y virgen ansiaba atención, y no pude resistir las ganas de correrme. Hice un primer plano y comencé a masturbarme, dejando que mis dedos hablaran. Era como el cielo en la tierra, y sentía que me acercaba cada vez más al límite con cada segundo que pasaba. Finalmente, exploté en un clímax glorioso, y valió la pena cada instante de contención.