La tetona sudaba y mi lengua ansiaba el sabor de sus axilas. Hundí la cara en su pecho, con las manos sobre sus grandes pechos, mientras saboreaba el intenso sabor de sus axilas sudorosas. Ella gimió mientras lamía y chupaba esos deliciosos pliegues de carne. ¡Ay, cómo no me cansaba de su cuerpo tetona!