Atada e indefensa, la sensual esclava esperaba con ansias su castigo. Su amo la atormentaba con el látigo, y cada latigazo le provocaba escalofríos. El dolor se mezclaba con el placer al entregarse por completo a él. Sus gritos se convirtieron en sollozos mientras él la empujaba al borde de las lágrimas. Finalmente, se detuvo, admirando a su hermosa y destrozada sirvienta.