No pude resistir la tentación de jugar con mi consolador en el vestuario. A medida que me acercaba al clímax, no pude evitar gemir de placer. La fila afuera solo lo hacía más emocionante. Siendo una puta, mi coño estaba empapado y no me importaba quién lo oyera. Era una muestra pública de mi insaciable deseo de placer.